Cuando el lavarropas dejó de cumplir con su trabajo después de 10 años y tras la sentencia del técnico de que ya no era conveniente repararlo, comencé a despiezarlo, cosa que hago con todo artefacto que sale de circulación en casa.
Por supuesto que las partes o piezas que conservo dependen del lugar que ocupen y su posible reciclado, reconversión o futura posible utilidad. En este caso el motor seguía funcionando, entonces fue el objetivo principal.
Mientras lo desarmaba recordé que Raquel, mi señora, quien hace artesanías en cerámica, mencionó que le interesaría aprender a manejar un torno alfarero. Entonces se alinearon solas las piezas y de golpe me dí cuenta que tenía casi todo lo necesario: el motor, la cuba estanca, el eje vertical, el soporte de la base del tanque giratorio, la caja de rulemanes y la bancada metálica que soporta todo el conjunto. Hasta los tornillos y bulones sirvieron. El resto era construir una estructura de madera, ajustar la velocidad y completar el circuito eléctrico.
Un torno de alfarero gira en forma constante a una velocidad aproximada a 150 rpm y el motor del lavarropas en cuestión tiene dos velocidades (una de 280 para el lavado y otra de 2800 para el centrifugado), entonces utilicé solamente la velocidad baja y una reducción a la mitad con una polea en el eje del motor de 5 cm. y otra en el eje de 10 cm. La velocidad quedó en 140 rpm.